En un contexto actual complejo para los miembros del colectivo, con cambios legislativos en varios países y con un crecimiento en los discursos de odio, múltiples estudios recientes respaldan que, incluso dentro de la comunidad LGBTIQ+, las personas trans enfrentan los niveles más altos de discriminación y marginalización.
Según una encuesta realizada en 2023 por la Agencia de Derechos Fundamentales de la Unión Europea (FRA), con más de 100.000 encuestados en 27 países, el 36% de las personas que se identifican como LGBTIQ+ reportaron haber sufrido discriminación durante el año previo, en campos como trabajo, educación, salud o espacios públicos.
Lo resaltante dentro de los datos es que ese porcentaje se eleva al 54% en personas trans y al 61% en personas intersex, convirtiéndolos en los únicos grupos por encima del 50%.
En el continente americano, el Center for American Progress publicó un informe en julio del 2024 en que se contabilizaba que el 36% de las personas LGBTIQ+ en EE. UU. reportaron haber experimentado discriminación en algún ámbito durante el año. Por su parte, para las personas trans esa cifra alcanzaba el 62%, siendo la más alta de la encuesta.
La discriminación y la intolerancia a las personas de la comunidad trans trae consigo grandes consecuencias. Según la Organización Nacional de Enfermedades Mentales (NAMI), las personas trans son casi cuatro veces más propensas que las cisgéneros a padecer enfermedades mentales diagnosticadas, como la depresión, la ansiedad, entre otras.
Basados en los datos mostrados y los publicados en otras encuestas, se puede decir que sí, las personas del colectivo trans son las más discriminadas y señaladas dentro de la comunidad LGBTIQ+.
Ante esto, es importante visibilizar y defender los derechos de las personas trans de situaciones negativas, tal como la violencia, la exclusión y el daño psicológico. Ignorar estas circunstancias implica perpetuar la discriminación desde dentro.
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